segunda-feira, 2 de junho de 2008

Boca, mi buen amigo



Boca 3 x 1 Arsenal - Torneo Clausura 2008
Boca, mi buen amigo
esta campaña volveremo a estar contigo
te alentaremos de corazón
esta es tu hinchada que te quiere ver campeón.
No me importa lo que digan, lo que digan los demas
yo te sigo a todas partes
CADA VEZ TE QUIERO MÁS!


Entrada do time e o terceiro gol, no segundo tempo.

domingo, 25 de maio de 2008

25 de Mayo

El Cabildo

Wikipedia

Se conoce como la Revolución de Mayo a una serie de eventos revolucionarios que sucedieron en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires, por aquél entonces capital del Virreinato del Río de la Plata, el cual aglutinaba territorios que hoy pertenecen a Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, y dependía políticamente de España. La consecuencia de la revolución fue la expulsión de su cargo del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, y su reemplazo por la Primera Junta.

La revolución de mayo no significó la independencia de España: la Primera Junta aún gobernaba en nombre del rey de España que había sido depuesto en lugar de someterse a la autoridad de José Bonaparte. La declaración de independencia argentina tuvo lugar durante el Congreso de Tucumán del 9 de julio de 1816.

Los acontecimientos de la Revolución de Mayo se centran en una semana conocida como Semana de Mayo, transcurrida entre el 18 de mayo de 1810, cuando se reúnen los primeros grupos revolucionarios, hasta el 25 de mayo, fecha de asunción del primer gobierno rioplatense independiente de España.


Cruzamento da Avenida 9 de Julio com 25 de Mayo. Nos primeiros minutos do dia 25 de maio, o dia nacional da Argentina.



San Telmo

Figuraça na calle Defensa

sábado, 17 de maio de 2008

René Descartes - Parte III

Ideas claras y distintas:

Principio 45 de los Principios de la Filosofía:

“Y muchísimos hombres en toda su vida nada perciben bastante bien como para producir juicio cierto acerca de ello. En efecto, para que pueda basarse en una percepción un juicio cierto e indubitable no sólo se requiere que sea clara, sino también que sea distinta. Llamo clara a aquélla que está presente y manifiesta a la mente atenta, como decimos que vemos claramente las cosas que, presentes al ojo que las mira, lo impresionan con bastante fuerza y claridad. En cambio, llamo distinta a la que siendo clara está tan precisamente separada de todas las otras, que no contiene en sí absolutamente nada más que lo que es claro”. 23.

En el punto siguiente hay el ejemplo del dolor.

Las Meditaciones

Comienza con el argumento de la duda de que todo lo que le han enseñado desde niño no tiene fundamento, son conocimientos apoyados en principios débiles y, por lo tanto, dudosos. Por la primera regla del método, enunciada en el Discurso, no se puede admitir como verdadera cosa alguna que no se queda clara y distinta, o sea, que es dudosa, por no tener principios sólidos. Necesidad de destruir todo el conocimiento falso, pero no hacer eso destruyendo cada uno de ellos, pero atacando los cimientos del edificio, para que el desmorone y se pueda construir el nuevo.

Eso es un proceso difícil, una vez que aquello que fue enseñado no son cosas absurdas, por lo contrario, son cosas muy plausibles y que fueran objeto de estudio de muchas mentes privilegiadas por lo largo de los años. Lo que pasa es que, de acuerdo con el método, no basta ser plausible para que se pueda tomar tales “conocimientos” por verdaderos; se hay una duda siquiera, por mínima que sea, se hace necesaria la revisión de tal tema bajo la óptica del método.

En la primera meditación empieza la aplicación (no sé se eso es el mejor término) del método bajo su objeto de estudio, el conocimiento. El primer paso es la regla numero dos expuesta en el Discurso del Método, de la división en cuantas partes fueren posibles o convenientes del objeto de estudio, para que se trate el problema por sus partes mas sencillas y se puede, después, hacer la síntesis. En verdad, tenemos ahora una aplicación del método un poco diferente de la que yo sugerí más arriba en el texto acerca del Discurso, cuando dije que, tal vez, la primera regla sería la de revisión.

Una división del conocimiento es dada en Los Principios de la Filosofía, número 32. En verdad es una división del pensamiento y tomemos ahora aquello que él llama de entendimiento en sentido amplio, como una facultad pasiva de percepción, también en sentido amplio. Tal entendimiento se divide en las facultades de la sensibilidad, la imaginación y en el entendimiento propiamente dicho. Ahora bien, son esas nuestras fuentes de un supuesto conocimiento y cabe ahora hacer una reflexión con base en la regla de la duda, la primera, que dice que no se puede admitir como verdadera cualquier cosa que no sea concebida de forma clara y distinta:

No admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerse en duda”.

La pregunta que es hecha, entonces, es si cada una de esas formas de adquirir conocimiento, tal como son, o como las usamos en general, son fuentes seguras, o sea, que los objetos que a través de ellas “conocemos” son de facto conocimiento verdadero. El caso de la imaginación no me es tan claro como los del entendimiento y de la sensibilidad, pues no sé exactamente cual seria el argumento de duda para tal facultad. Lo que pasa es que hay claramente argumentos de duda, que se verán luego, para el conocimiento sensible y el intelectual, pero la imaginación parece ser de un tipo diferente de los dos.

Quizá con el estudio que se seguirá de los argumentos de duda, hallemos una posición mas adecuada para la facultad de imaginación. En verdad la imaginación parece diferenciarse de los otros dos porque ella misma, conceptualmente (se es que podemos decir una palabra tan fuerte como “concepto”) es falla, o sea, ella misma trata del objeto que no esta allá, por así decir. Así tenemos que el argumento de duda del sueño es aquél que trata de la imaginación, como la facultad que nos hace confundir el sueño con la supuesta realidad, o mejor, el sueño con la vigilia. Pero entonces ahora se ha hecho clara la idea de que la imaginación se difiere de los conocimientos sensibles e intelectuales por que por su propia naturaleza trata del objeto que “no está allá”, (pero no siempre, pues como se verá, puede imaginar, no sentido de tener imagen, de lo real), en cuanto los otros dos, supuestamente, en la opinión común, son los que alcanzan la realidad. Y la imaginación se relaciona con la sensibilidad, pues muchas veces ella toma de los sentidos los objetos y los mezcla de formas diferentes o simplemente nos los hacen estar presentes en la mente sin que ellos de facto se queden en una siquiera supuesta realidad.

Finalmente, los argumentos de duda concernientes a cada uno de los aspectos del conocimiento.

Primer la forma, en principio más sencilla (regla de lo simples para el complejo) y segura del conocimiento, el sensible. “Todo lo que he tenido hasta hoy por más verdadero y seguro, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien: he experimentado varias veces que los sentidos son engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez”. 94. O sea, a nosotros los sentidos parecen muy seguros; no ponemos duda de que sentimos nuestro propio cuerpo, o que estoy ahora sentado en una silla de un hostel en Buenos Aires, escribiendo un pequeño texto sobre Descartes. Pero yo sé que algunas veces los sentidos me han engañado, como en al caso del ejemplo cartesiano de la torre que de lejos me parece redonda, pero cuando me acerco de ella percibo que es cuadrada. Ahora bien, comúnmente los sentidos parecen nos mostrar la realidad, pero si yo sé que fui engañado por ellos por lo menos algunas veces, es mejor que no confíe por completo en ellos. Pero se tiene que observar que la certeza que tenemos del engaño de los sentidos es referente, en general, a cualidades secundarias de los objetos; en ejemplo de la torre no nos confundimos cuanto al facto de la torre ser una torre, pero si sobre una propiedad secundaria de ella cuanto a forma redonda o cuadrada. O sea, no nos confundimos cuanto a la esencia de las cosas, pero si cuanto a algunas de sus cualidades que son más dependientes de la disposición del sujeto individual. Ahora, si tenemos una pequeña duda (no tan pequeña así), por la regla primera del método, no podemos confiar en los sentidos como fuente de conocimiento claro y distinto, y por lo tanto no dudoso, aunque la duda que tenemos certeza de tener sea concerniente más a las cualidades secundarias de las supuestas cosas.

El segundo argumento de duda va más lejos y pone en duda la existencia, ahora sí, la esencia de las cosas. Considerando que a veces, cuando dormimos, tenemos sueños y que ellos pueden ser muy parecidos con aquellas cosas de las cuales no es plausible dudar, en una primera reflexión, de los sentidos, como del facto de que estoy acá escribiendo, tenemos una situación en que, justamente, podemos poner en duda tales cosas que nos parecen verdad. Podemos suponer que ahora estamos dormidos “y todas esas particularidades, a saber: que las manos y otras por el estilo, no son sino engañosas ilusiones; y pensemos que, acaso, nuestras manos y nuestro cuerpo todo no son tales como los vemos” 94.

Esclarecimiento sobre la cuestión del sueño: “que todo lo que he sentido despierto. He podido también creer alguna vez que lo sentí estando dormido; y como no creía yo que las cosas que me parece que siento en sueños provienen de objetos exteriores, no veía por qué había de dar crédito tampoco a las que me parece que siento estando despierto”. 139.

Esa posibilidad de que estamos en un sueño pone en duda la existencia de las cosas, o sea, que las cosas pueden no ser reales tales como las comprendemos con los sentidos; todo pude ser una gran ilusión. Pero el sueño todavía no pone todo en duda; en el sueño hay una composición de cosas con algún significado, puedo soñar, por ejemplo, que José está volando e bate la cabeza en el techo, o cosas semejantes que aun no puede confundir con aquello que mis sentidos me muestran cuando estoy despierto. Eso, combinado con aquellos sueños que son como el que los sentidos nos muestran pone en duda la existencia de las cosas, con la posibilidad de que tal existencia sea ilusoria, pero, como ilustra el ejemplo de José, el sueño es compuesto de cosas que tienen algún significado; son combinaciones diversas de cosas que, por más que puedan no existir, tienen significado pues se no los tuviese el sueño seria acerca de nada, o que no ocurre. Así, mismo que todo sea un sueño, aún hay verdades, a saber, los significados. Hay también las verdades aritméticas e geométricas, una vez que mismo en el sueño dos más cinco es siete y el cuadrado no puede ser un triangulo.

Con los dos argumentos hasta ahora expuesto se ha puesto en duda nuestra posibilidad de conocer las cosas siempre de forma clara y distinta por los sentidos y la real existencia de las cosas, aunque los significados y verdades matemáticas se quedan. Se hace necesario un argumento más fuerte para poner en duda tales cosas.

Aun cuando pudieran ser imaginarias esas cosas generales, como cuerpo, ojos, cabeza, manos y otras por el estilo, sin embargo, es necesario confesar que hay, por lo menos, algunas otras más simples y universales, que son verdaderas y existentes, de cuya mezcla están formadas todas esas imágenes de las cosas, que residen en nuestro pensamiento, ora sean verdaderas y reales, ora fingidas y fantásticas, como asimismo están formadas de la mezcla de unos cuantos valores verdaderos”. 95.

Finalmente, el tercer argumento de duda es el del Dios engañador.

“Sin embargo, tiempo hay que tengo en el espíritu cierta opinión de que hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido hecho y creado como soy. Y ¿Qué sé yo si no habrá querido que no haya tierra, ni cielo, ni cuerpo extenso, ni figura, ni magnitud, ni lugar, y que yo, sin embargo, tenga el sentimiento de todas esas cosas, y que todo ello no me parezca existir de distinta manera de la que yo lo veo? Y es más aún: como yo pienso, a las veces, que los demás se engañan en las cosas que mejor creen saber, ¿Qué sé yo si Dios no ha querido que yo también me engañe cuando adiciono dos y tres, o enumero los lados de un cuadrado, o juzgo cosas aún más fáciles que ésas, si es que puede imaginarse algo que sea más fácil?”. 96.

Lo que pasa ahora, con el argumento del Dios engañador es que hasta las cosas que no podrían no ser verdades mismo cuando estamos en el sueño, están sujetas a la duda, una vez que es posible que tal criatura infinitamente poderosa y conocedora de la verdad, nos ha engañado sistemáticamente sobre todas las cosas que podemos pensar, impidiendo que alcancemos la verdad y más, que no nos demos cuenta de que las cosas que conocemos son siempre falsas, por más que nos parezcan verdaderas. Así no tenemos mas ningún lugar de certezas y todo es dudoso, por lo tanto nada podemos asumir como verdad.

Pero la cuestión del Dios engañador es un poco más compleja. Descartes apunta que Dios no podría ser así sistemáticamente engañador pues Él es perfecto, y por lo tanto tiene la máxima bondad; engañar sistemáticamente seria una imperfección, que por definición, no puede estar en Dios. Ante eso la solución es suponer que hay un genio maligno: “supondré, pues, no que Dios, que es la bondad y la fuente suprema de la verdad, me engaña, sino que cierto genio o espíritu maligno, no menos astuto y burlador que poderoso, ha puesto su industria toda a engañarme”. 97.

Pero lo que pasa con el genio maligno, tal como él es descrito en la pagina noventa y siete, es que él no alcanza las verdades matemáticas; el engaño que el me hace tener es solo acerca de las formas. Y, a pesar de decir que el Dios engañador no puede existir, pues seria contradictorio que una criatura perfecta tenga la voluntad de engañarnos, Descartes continua hablando de Él, en cuanto que el genio maligno se queda en la primera meditación. Otra cosa que se puede decir del genio maligno es que para que el sea sistemáticamente engañador, tendría que conocer toda la verdad, y sería, por eso, tan infinito cuanto Dios y por lo tanto, no parece posible haber genio tal entidad.

Una interpretación posible para eso es que, por ahora, se mantengan los dos sub-argumentos de que hay un Dios engañador y hay un genio maligno y que el primero de ellos nos engañe cuanto las verdades matemáticas, en cuanto que el segundo nos engaña sobre las cosas sensibles. Pero ya sabemos que nos engañamos con las cosas sensibles y que ellas pueden ser sueño y también que yo, como ser imperfecto y de potencia finita me engaño cuanto a tales temas sólo, sin la necesidad de una fuerza externa. Así, lo que se queda, por ahora, es el Dios engañador, mismo con la objeción hecha, e el genio maligno se mezcla con el argumento del sueño, como algo que sistematiza el engaño del sueño. Quizá se entenderá mejor la cuestión de Dios cuando llegarnos a la tercera meditación, donde está la prueba de la existencia de Dios.

El segundo párrafo de la segunda Meditación empieza así: “Supongo, pues, que todas las cosas que veo son falsas; estoy persuadido de que nada de lo que mi memoria, llena de mentiras, me representa, ha existido jamás; pienso que no tengo sentidos, creo que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar son ficciones de mi espíritu. ¿Qué, pues, podrá estimarse verdadero?”. 98.

Preguntase, entonces, ¿que soy yo? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que sin ellos no pueda ser? Una vez que no hay más ninguna de las antiguas certezas y que la existencia de los cuerpos ya no es más indudable, no puedo yo decir que soy un cuerpo compuesto de brazos, piernas, etc. Yo soy, entonces, una cosa que piensa, razona Descartes. No hay nada más en el mundo, pero yo no puedo negar que yo dude y, por lo tanto, que piense. Tal verdad no puede ser puesta en duda siquiera por el Dios engañador o el genio maligno, una vez que, mismo para que él me engañe yo tengo que ser algo, y ser algo que piense, pues es en el pensamiento que se da el engaño. Tenemos, así, la primera verdad, “yo pienso, yo existo”.

Fíjate en eso: cuando Descarte hice los argumentos de duda, en un análisis de las oraciones, tendríamos algo como “dudo | de….”, “pienso | en….” e “me engaño | en…”. La segunda parte de cada una de las oraciones es lo que es puesto en duda. La primera parte no es y tampoco puede ser, una vez que se dudo que estoy dudando, permanezco en la duda. Y el pensar abarca la imaginación y los sentidos: ciertamente no puedo negar que siento, por más que tal vez las cosas que siento no sea reales, hay alguna cosa, no importa cual sea la causa, que me hace sentir, mismo que sea falso. Con la imaginación pasa lo mismo, puedo imaginar todo que sea falso, pero no puedo negar que imagino, no puede decir que no imagino si sé clara y distintamente que yo imagino.

Ahora ya sé que soy algo, y soy algo que piensa. Pero, ¿quién soy yo? Es aquí que Descartes realiza su salto metafísico, y da a si mismo una sustancia, la sustancia pensante. No soy alguna cosa de la naturaleza del cuerpo, pues ya sabemos que eso es dudable y que puede separarse de mí. Todas las acciones que atribuimos al cuerpo no pueden entrar en una respuesta para la pregunta de quién soy yo, una vez que no hay cuerpo y todo que sé es que yo pienso. Tenemos, entonces, que la única cosa que no es separable de mí mismo es justamente el pensar, pues se no más pienso, no más existo en el tiempo. Digo en el tiempo pues en el espacio ciertamente no existo, una vez que no soy cuerpo.

¿Qué soy, pues? Una cosa que piensa. ¿Qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere y, también, imagina y siente”. 101.

Esta ahí incluso el pensamiento en sentido amplio y la voluntad. En suma, el pensamiento puede ser sobre algo falso, pero no deja de ser un pensamiento.

Ahora sabemos que soy, es decir, soy un espíritu pensante, una cosa cuya esencia es el pensar. Ahora se me pregunto como es posible que yo tenga conocido primero la naturaleza de mi espíritu, que para el hombre común es algo tan oscuro. En la acepción común los cuerpos extensos, conocidos por los sentidos son las cosas más fáciles de conocer, en cuanto el alma es solo como que un viento misterioso que anima el cuerpo y que es muy alejada de nuestra capacidad de conocer.

Pero, argumenta Descartes, que la naturaleza del espíritu humano es más fácil de conocer porque el pensar, como fue dicho, no está sujeto ni al máximo argumento de duda, el del Dios engañador. Yo pienso que los cuerpos son sustancias extensas, pero en verdad, por los argumentos de duda, no tengo certeza de que hay cuerpos, en cuanto que tengo la certeza de que pienso que ellos son sustancias extensas, y este pensar, siempre en sentido amplio, es indudable y es justamente la naturaleza de mi espíritu. Lo que pasa, entonces, es que la naturaleza del espíritu humano nos está sujeta a los argumentos de duda, que por su vez tienen en su rango los cuerpos extensos.

El ejemplo de la cera que se derrite ilustra una cosa interesante, a saber, que mismo los cuerpos, si existen, no son conocidos por los sentidos, sino por el entendimiento. La cera tiene tales propiedades; es dulce, tiene tal color, tiene tal olor, tiene una cierta forma y todo eso percibimos por los sentidos. Pero, cuando la derretimos todo eso cambia y todavía decimos que es la misma cera, o sea, los cuerpos, o las ideas que tenemos do que sean cuerpos, no son sencillamente un puñado de características percibidas por el sentido. Lo que queda no es más que una cosa extensa, flexible y mudable.

Si no son los sentidos que nos hacen conocer el trozo de cera, si él existe, ¿podría ser la imaginación? Tampoco, una vez que la cera puede asumir una infinidad de formas que no pueden ser imaginadas individualmente, una a una, por la nuestra limitada y finita imaginación. Nos queda solo el entendimiento, que es necesario para concatenar los datos dados por los sentidos. Todo eso es para decir que mismo los cuerpos no son entendidos solamente por los sentidos y sí por el entendimiento, que es el mismo que entiende el propio espíritu, o sea, el entendimiento que se entiende como un Yo pensante. Así, parecería raro que ese mismo entendimiento conozca primero y con más facilidad los cuerpos, y no a si mismo.

Ahora tenemos dos verdades, a saber, que, una vez que pienso, existo y que soy una cosa que piensa. Todo lo que sé es que pienso, en sentido amplio, sobre cosas, pero no sé si tales cosas existen afuera de mí, o se son ilusiones. Ya he percibido que el presupuesto de que hay cosas afuera de mí, existentes independientemente, no se sustenta de forma clara y distinta, y por lo tanto no puede ser asumido como verdad. Pero me pregunto si alguna de las ideas que yo tengo, y sé con clareza y distinción que las tengo, no puede tener venido de afuera de mí. Ahora bien, apunta Descartes, si yo sé que tengo ideas, que siento y que imagino, ¿cuales serian las causas de tales pensamientos?

¿Qué especies de ideas tengo yo? Hay ideas que parecen nacidas conmigo, otras que parecen ser hechas por mí e aún otras que parecen venir de afuera de mí. En la filosofía cartesiana las ideas están clasificadas por su origen y divididas por el tipo de realidad que representan; la realidad formal y la realidad objetiva. La realidad formal de una idea es como que o subconjunto “idea de” de todo el pensamiento, o sea, la particularización del pensamiento, en cuanto que la realidad objetiva es la noción de que yo estoy, con la idea, representando algo. La pregunta que se hace es por el grado de realidad de tal cosa representada; hay grados de realidad o una jerarquía de realidad sostenida por el principio de causalidad que, según Descartes, es conocido por luz natural.

Entendamos: “Es cosa manifiesta, por luz natural, que debe haber, por lo menos, tanta realidad en la causa eficiente y total como en el efecto, pues ¿de dónde puede el efecto sacar su realidad si no es de la causa?, y ¿cómo podría esa causa comunicársela, si no la tuviera en sí misma?”.

Ahora me pregunto si yo, en cuanto sustancia finita, puedo ser la causa de las realidades objetivas de las ideas de otras cosas; las otras sustancias finitas, los atributos y los modos y concluyo que sí, una vez que encuentro en mí la potencia suficiente para ser causa de tales cosas, o sea, que todo el mundo que dantes creía ser externo, sea solamente una creación de mí propio espíritu (eso se va a cambiar después que conocemos Dios, que posibilitará que las cosas no sean todas ilusiones mis). De otra manera, yo tengo que encontrar en mí la realidad objetiva o perfección suficiente o mayor que en la idea que tengo de algo.

Y de aquí se sigue no sólo que la nada no puede producir cosa alguna, sino también que lo más perfecto, es decir, lo que contiene en si más realidad, no puede ser consecuencia y dependencia de lo menos perfecto”. 110.

De eso, tenemos que:

Y cuanto más larga y cuidadosamente examino todo esto, tanto más clara y distintamente conozco que es verdadero. Mas, ¿Qué conclusión sacaré? Ésta: que si la realidad o perfección objetiva de alguna de mis ideas es tanta, que claramente conozco que esta misma perfección o realidad no está en mí formal o eminentemente, y, por consiguiente que no puedo ser yo mismo la causa de esa idea, se seguirá necesariamente que no estoy solo en el mundo, sino que hay alguna otra cosa que existe y es causa de esa idea; pero en cambio, si semejante idea no se encuentra en mí, no tendré ningún argumento que pueda convencerme y darme certeza de que existe algo más que yo mismo, pues los he buscado todos con cuidado y no he podido encontrar ningún otro hasta ahora”. 112.

Pero yo tengo una idea que me representa Dios, o sea, de una sustancia infinita y de suma perfección. Tengo una idea de Dios, y tengo ideas de otras cosas, como personas, animales, objetos, etc. Las ultimas suelen ser compuestas de partes unas de las otras, y todas salen de ideas claras y distintas que tengo de yo mismo, en cuanto sustancia.

Pero la idea de Dios no puede salir de mí, una vez que, por el principio de causalidad, yo, una sustancia finita e imperfecta, no puedo ser causa de una sustancia infinita y perfecta. Más allá de eso, es evidente que una cosa que sea sumamente perfecta tenga que existir, una vez que la existencia es una perfección; sería absurdo decir que la sustancia sumamente perfecta no exista. Y más, una vez que hay la idea de imperfección, hay también la de perfección.

Encerrase aquí el primer argumente de la existencia de Dios.

El segundo argumento dice que si yo fuera independiente de cualquier otro ser, sería yo mismo mi propia causa y, por lo tanto, no carecería de ninguna de las perfecciones que yo, ahora, en cuanto sustancia finita, tengo idea de que sean las de Dios; yo sería Dios.

Hay aún el argumento de que tiene que haber una causa primera, algo que sea causa de todas las otras cosas, pues sería imposible que hubiese una secuencia infinita de cosas cada vez más perfectas, sendo una causa de la otra ad infinitum. En la quinta Meditación hay la tercera prueba de la existencia de Dios, que veremos más a frente.

También se hace necesario inserir aquí la crítica que se puede hacer a segunda prueba de la existencia de Dios: el error que comete Descartes es suponer que si yo en cuanto sustancia finita imperfecta no puedo ser causa de algo infinitamente perfecto tampoco puedo ser causa de mí mismo, pero yo no soy, justamente, una sustancia infinita. Lo que se pasa es que se asume que si yo no puedo ser causa de todas las perfecciones, no puedo ser causa de ninguna, o que nos es verdad por lo propio principio de la causalidad; yo tengo en mi las perfecciones que tengo en mi, por lo tanto podría yo ser la causa de mi mismo, pues tendría yo la misma realidad de yo mismo. Que loco.

El Yo es una sustancia con existencia perfecta, o sea, tiene la perfección de existir. Así yo tendría en mi todas las perfecciones para crearme a mi mismo, o mejor, ser mi propia causa, una vez que la creación presupone un período anterior de no existencia. ALTO NÍVEL DE OBSCURIDADE NESTA TENTATIVA DE EXPLICAÇÃO DA CRÍTICA.

En la cuarta Meditación se trata del verdadero y del falso, empezando con una retomada de lo que fue dicho hasta ahora.

Recuperando las meditaciones anteriores:

El alma es una idea más clara y distinta que el cuerpo;

Dios no puede ser engañador, pues eso seria una imperfección de Él;

Como Él no quiere engañarnos no pude tener nos dado facultades que, si bien usadas, no nos conduzcan a la verdad.

Problema: ¿Por qué erramos? No hay duda de que erramos.

Así como tenemos una idea de un ser perfecto, tenemos alguna idea da la imperfección completa, o de la nada.

En cuanto que soy un producto del ser supremo, nada hay en mí que pueda inducirme a errar, pero si me considero como partícipe, en cierto modo, de la nada o del no ser, es decir, si me considero como no siendo yo mismo el ser supremo y careciendo de varias cosas, véome expuesto a infinidad de defectos, de tal suerte que nos es extraño que me equivoque mucho” 121.

Yo cometo errores porque la potencia que dios me dio para discernir el verdadero de lo falso no es infinita en mí.

Hay también, el la pagina 122 la cuestión de que es posible que Dios tenga razones ocultas que yo, en cuanto ser humano, no puedo comprender. Esta cuestión aparece que se hace la pregunta ¿Por qué Dios, que es sumamente perfecto, no nos ha hecho también perfectos? La naturaleza de Dios es naturalmente superior a la naturaleza humana y vale la respuesta de las razones ocultas, o sea, que las razones que hicieron con que Él nos hiciste imperfectos nos son ocultas. Tampoco podemos reclamar de Dios, pues Él no ha dado la voluntad ilimitada que, por más que venga a ser causa del error, como veremos abajo, es también lo que permite que nos mantengamos firmes en la resolución de no dar nunca el juicio sobre cosas cuya verdad no conocemos claramente. Por ser una facultad ilimitada, ella aparece como uno de los indicios de que somos hechos por Dios, una vez que solamente Él puede ser causa de algo ilimitado.

En Los Principios de la Filosofía (pr32) tenemos el siguiente análisis del Pensamiento:

PENSAMIENTO

- entendimiento en sentido amplio (pasivo): percibir

> sentir (sensibilidad/sentidos)

> imaginar (imaginación)

> entender (entendimiento/razón)

- voluntad (activo): querer

> desear/sentir aversión

> afirmar Juzgar

> dudar

Así, el entendimiento concibe las ideas, y la voluntad, o libre albedrío, es la facultad que afirma o niega una idea, es el juicio. La voluntad es una facultad ilimitada porque podemos decidir sobre o que nos propone el entendimiento sin ninguna fuerza externa. Es por eso que hay el error; una vez que la voluntad es, en este sentido, ilimitada, y el entendimiento es limitado, muchas veces nos permitimos hacer juicios sobre temas que no son clara y distintamente conocidos por el entendimiento. O sea, la limitación que hay en el entendimiento no se transpone para la voluntad, que se siente libre para juzgar sobre aquello que el entendimiento no comprende de todo. Así tenemos nuestros errores y tomamos como verdades cosas que son muy dudosas.

Para que alcancemos la verdad, la clareza y distinción del conocimiento tiene que se sobreponer a la voluntad, no permitiendo que tomemos como verdad las cosas dudosas.

Mientras contengo mi voluntad dentro de los límites de mi conocimiento, sin juzgar más que de aquellas cosas que el entendimiento representa claras y distintas, no puede suceder que me equivoque, por que toda la concepción clara y distinta es, sin duda, algo y, por lo tanto, no puede provenir de la nada, y debe necesariamente ser obra de Dios, quien siendo sumamente perfecto, no puede ser causa del error; y por consiguiente, hay que concluir que esa concepción o ese juicio es verdadero” 127.

En la quinta meditación tenemos la tercera prueba de la existencia de Dios, que fue brevemente mencionada más arriba. Descartes pone la existencia como una perfección, y por lo tanto, Dios tiene que existir, una vez que seria absurdo que el ser sumamente perfecto no tenga una de las perfecciones.

No hay menos repugnancia en concebir un Dios, esto es, un ser sumamente perfecto a quien faltare la existencia, esto es, a quien faltare una perfección, que en concebir una montaña sin valle”. 130.

Existir es, por lo tanto, una propiedad inseparable de Dios, tal como son inseparables del triangulo sus propiedades geométricas. Pero el propio Descartes apunta que mi pensamiento no impone necesidad a las cosas, entonces no es porque yo tengo la idea de la suma perfección, y que tal perfección tiene existencia en mi concepción, que de facto hay Dios; en verdad lo que pasa es lo contrario, o sea, no que mi pensamiento imponga necesidad, sino que la necesidad se impone a mi pensamiento.

No es que mi pensamiento pueda hacer que ello sea, ni que imponga necesidad alguna a las cosas; por el contrario, la necesidad que hay en la cosa misma, es decir, la necesidad de la existencia de Dios, me determina a tener ese pensamiento; no soy libre de concebir a Dios sin la existencia, es decir, a un ser sumamente perfecto sin una suma perfección, como soy libre de imaginar un caballo sin alas o con alas”.

O sea, tenemos que aplicar el principio de la causalidad. No soy libre de concebir una perfección inexistente una vez que esa idea viene de algo perfecto y solo puede venir de algo perfecto, una vez que la causa de tal idea no puede ser yo, que soy imperfecto.

Pero, la quinta meditación no se restringe a exponer una prueba más de la existencia de Dios, sino también a investigar las supuestas cosas materiales. Ya habiendo notado lo que es necesario para hacer o evitar para llegar al conocimiento de la verdad, es hora de sanar las dudas y ver, de mis ideas, cuales son distintas y cuales son confusas.

Dice Descarte que el tiene ideas distintas de la extensión, o sea, ideas distintas de la anchura, largura y profundidad, y que hay esas cosas en las cosas a que se las atribuye; o sea, mismo que el cuerpo sea solamente imaginado y no exista, no puedo negar que en esta idea particular de cuerpo, y en toas las demás ideas de cuerpos, o sea, en la idea de cuerpo en general, hay la extensión en tres dimensiones, y quizá sea esa la esencia de los cuerpos materiales. Así como del triangulo se puede demostrar varias propiedades de manera clara y distinta y que, por lo tanto, son verdaderas y inseparables del triángulo, aunque no existan triángulos sensibles, tengo idea clara y distinta de la propiedad de extensión de los cuerpos, mismo que ellos no existan afuera de mi pensamiento. Tenemos así la existencia de la esencia de los cuerpos y también, por el ejemplo, de la existencia de triángulo, una vez que yo sé como él es por sus propiedades conocidas clara y distintamente (que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, que el ángulo mayor se opone al mayor lado…) y que son, como dicho, verdaderas y “pues es bien evidente que todo lo que es verdadero es algo, siendo la verdad y el ser una misma cosa” 129, entonces hay el triangulo y la esencia de las cosas materiales.

En las dos ultimas paginas de la meditación hay una consideración sobre como Dios es la garantía de que las ideas claras y distintas son mismo verdaderas, pues Dios mismo, sendo perfecto, tiene ideas claras y distintas sobre todas las cosas, de modo que yo, una vez que tengo una idea así de algo, no tengo que revisar todas las inferencias que me hicieron tener tal idea como clara y distinta, pues Dios garante que, en cuanto yo no pienso en tales cosas, ellas permanecen como verdades. O sea, no es necesario que yo, a todo tiempo, tenga que reconstruir todas las verdades, pues Dios las garantiza siempre.

Finalmente, en la sexta Meditación, Descartes reconstruye la verdad de los cuerpos. Empieza con una importante distinción entre las facultades de la imaginación y la del entendimiento.

Diferencia entre imaginación y pura intelección: el imaginar contempla el triangulo, con sus tres líneas como se fuesen mismo presentes., por la fuerza y aplicación del espíritu.

La intelección: “Si quiero pensar en un quiliógono, concibo bien, en verdad, que es una figura compuesta de mil lados, como un triangulo es una figura compuesta solo de tres lados; pero no puedo imaginar los mil lados de un quiliógono como los tres de un triangulo; no puedo, por decirlo así, verlos presentes con los ojos del espíritu”. 135.

Dante de eso, de la limitación de la imaginación, se puede conjeturar que hay cuerpos.

Una vez que la intelección parece no ser tan limitada por la complejidad de un cuerpo como el quiliógono, a imaginación parece sí ser limitada por algo. Y más, la imaginación no es algo esencial en el hombre, pues todo que se puede imaginar, se puede concebir puramente. De ese modo, tenemos que la imaginación es algo como que contenido en el pensamiento, y que esa contención tiene una causa de afuera. Una vez que los objetos concebidos por la imaginación son en general composiciones de objetos “mostrados” por mis sentidos (ver ejemplo do pintor, en una de las meditaciones anteriores), y los sentidos serían, en la opinión común, sobre cuerpos, se puede conjeturar que hay cuerpos y que ellos son causa de la imaginación. Pero eso es solo una probabilidad. Hay otras cosas, que no cuerpos, relacionadas con la imaginación.

Continuando el análisis, conozco otras facultades que, tales como las de sentir o imaginar, que solo se pueden concebir adheridas a una sustancia (inteligente), pero que son distintas de mi, solo pueden existir adheridas a algo, y no las podemos concebir sin tale sustancia.

Cosas como cambiar de sitio o ponerme en varias situaciones no pueden, como es claro, existir por ellas mismas, pero tampoco pueden ser adheridas a sustancia inteligente, si es que existen, pues parecen presuponer una suerte de sustancia extensa. O sea, así como las facultades de sentir y de imaginar están adheridas a mí en cuanto sustancia pensante, percibo que tengo ideas distintas de cosas como el cambiar de sitio, y comprendo también que tal cosa no puede estar adherida a una sustancia pensante, pues no ella que cambia de sitio, sino alguna otra cosa, pues ella no tiene extensión para ello. Por lo tanto, tales actitudes, como el cambiar de sitio o ponerme en diferentes ubicaciones, parece presuponer algún tipo de sustancia extensa, y no el pensamiento.

“Además, no puedo dudar que hay en mi una facultad pasiva de sentir, esto es, de recibir y reconocer las ideas de las cosas sensibles; pero seria inútil para mi esa facultad y no podría yo hacer uso de ella, si no hubiera también en mí, o en alguna otra cosa, otra facultad activa capaz de formar y producir esas ideas. Mas esa facultad activa no puede estar en mí, considerado como algo que piensa, puesto que no presupone mi pensamiento y puesto que esas ideas se han presentado muchas veces en mí, sin que yo contribuya en nada a ello, y a veces contra mi deseo; precisa, pues, necesariamente, que se halle esa facultad en alguna sustancia diferente de mí, en la cual esté contenida formal o eminentemente, como antes dije, toda la realidad que hay objetivamente en las ideas producidas por esa facultad”. 140.

O sea, yo, en cuanto sustancia pensante, no puedo ser la causa de mis propios sentimientos de los cuerpos, una vez que tengo ideas claras y distintas de las esencias de los cuerpos, como dicho antes, su extensión en anchura, largura y profundidad y que tales cosas no son, de manera alguna, propiedades de la sustancia pensante y tendrían, por tanto, que ser causadas por otra cosa que no yo mismo. La facultad activa de generar mis sentimientos de los cuerpos no puede estar en mí también porque muchas veces tales ideas me aparecen contra mi deseo.

¿Y, entonces, cual es esa sustancia? Ya sabemos que la sustancia no es el “Yo”. ¿Puede ser Dios? ¿Puede ser la materia misma la realidad?

Dios, no siendo, como ya fue comprobado, engañador, no podría ser la causa de nostras impresiones sensibles, pues nos estaría engañando. Es preciso confesar que, aunque los sentidos no siempre nos dan ideas claras y distintas, eso acontece muchas veces, lo que nos permite tener esa fuerte inclinación de tomar lo que captamos con los sentidos como algo verdadero. Si Dios nos hiciste creer con evidencia en los cuerpos sin que esos cuerpos de facto existan, seria un Dios engañador, y esa posibilidad es imposible.

Y mismo cuando los sentidos fallan: “sin embargo, como Dios no puede engañarnos, y, por lo tanto, no ha permitido que pueda haber falsedad en mis opiniones sin darme al mismo tiempo alguna facultad para corregirla, creo poder concluir, con seguridad, que poseo los medios para conocerlas ciertamente”. 141.

O sea, es verdad que los sentidos nos engañan, pero yo no tengo solamente los sentidos para llegar a la verdad; tengo también entendimiento y memoria, esta última no como una facultad propiamente, mas como una acción pasiva de guardar lo que el entendimiento y los sentidos me enseñan. Así, conociendo ahora Dios, puede decir que Él no nos engaña sistemáticamente y tampoco nos creo como seres incapaces de llegar a la verdad, pues nos dio las facultades que, si bien usadas, o sea, si busquen las ideas claras y distintas y solo asuman estas como verdaderas, llego, de facto, a la verdad de las cosas. Por eso el conocimiento de Dios es fundamental en la filosofía de Descartes y tanto tiempo él dedica para esa cuestión.

Nos queda entonces solo una causa posible para las ideas de las cosas materiales, que son justamente las cosas materiales; no Dios, tampoco yo. Y finalmente, el argumento del sueño es superado con el uso de la memoria: “Y deberé rechazar las dudas de estos días pasados, por hiperbólicas y ridículas, y principalmente la tan general incertidumbre acerca del sueño, que no podía distinguir de la vigilia: pues ahora encuentro una muy notable diferencia, y es que nuestra memoria no puede nunca enlazar y juntar los ensueños unos con otros y con el curso de la vida, como suele juntar las cosas que nos suceden estando despiertos” 148.

En suma, mismo que los sentidos algunas veces nos engañen, en la mayoría de las veces nos dan ideas claras y distintas de las cosas, y yo tengo las facultades del entendimiento y también la memoria para conseguir no dejarme engañar cuando los sentidos fallan.

De la separación del alma y del cuerpo: tengo ya, como fue demostrado, una idea clara y distinta del alma, de la esencia, de que soy algo que piensa y que el pensar no tiene extensión. Todavía tengo una idea distinta, pero no clara, del cuerpo, que es una cosa extensa que no piensa y, por lo tanto, no es el alma, se concluye que el alma y el cuerpo son distintos y que el alma puede ser y existir sin el cuerpo. Pero, el alma no es separada del cuerpo tal como es un piloto de su barco. Ver pagina 141, ultimo párrafo. El espíritu es indivisible. No hay partes.

quinta-feira, 15 de maio de 2008

J. Borges

E uma vez disse Borges que o labirinto mais difícil é o tempo em linha reta.

sábado, 10 de maio de 2008

René Descartes - Parte II

Cuarta parte del Discurso

Es un resumen de todo aquello que está en las Meditaciones. En estas notas no están la prueba de existencia de Dios, que aparece también en la cuarta parte del Discurso. Dejo eso para la notas que publicaré acá sobre las Meditaciones, donde la prueba cartesiana de la existencia de Dios está mejor colocada.

Metafísica y filosofía como base de toda la ciencia, por eso la búsqueda de establecer una verdad básica, algo que no sea sujeto a la duda, de donde podemos empezar.

Argumentos de duda:

1- Sentidos (conocimiento sensible): no se pude confiar en eso tipo de conocimiento, pues sabemos que en algunos casos ellos fallan, e no hay pruebas de que en aquellos casos en que pensamos que nuestros sentidos no están confundidos ellos no están de facto. Pero el conocimiento sensible solo nos puede engañar acerca de cualidades secundarias de las cosas, o sea, las cualidades que más evidentemente dependen del individuo que observa. No se pone en duda la existencia de las cosas.

2- Paralogismos: el hombre puede errar en sus raciocinios y en las formas lógicas. Pone en duda el conocimiento intelectual. “Y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas”. 49. (o genio maligno das meditações).

3- Sueño: pone en duda la existencia de las cosas. Puede todo ser un sueño y nada existir. “Y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños”. 49.

Se hace necesario, entonces, buscar un nuevo punto de partida, pues todo lo que había fue puesto en duda por esas tres dificultades apuntadas por Descartes. Hace la formulación del famoso cogito: “yo pienso, luego soy”.

Él, queriendo pensar que todo es falso, solo no podía decir que una de las cosas es falsa, a saber, que él piensa. Esa es la certeza inicial y necesaria; es condición necesaria misma para que se pueda dudar de algo. De eso se sigue que, para que él piense tiene que ser algo.

“Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: yo pienso, luego soy, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando”. 50.

De eso, es posible pensar que nosotros somos una “cosa que piensa”; hay un salto metafísico al se decir, como hace Descartes, que él es una “res cogitans”, o sea, una cosa cuya esencia es pensar.

Otra crítica posible, y que muchos pensadores hicieran en el tiempo de Descartes es concerniente a la palabra “luego”, del cogito. “Pienso, luego soy”, segundo ellos no puede ser la primera verdad, se interpretamos la palabra “luego” como una implicación silogística: con la apariencia de implicación lógica tenemos que la primera verdad es “todo lo que piensa existe” y solo después de esa verdad, es que se puede decir la segunda verdad, el cogito.

La respuesta de Descartes es sencilla: reconoce que la formulación del cogito se parece con un silogismo, pero no lo es (no era esa su intención), y lo reformula como “cogito, sum”; “pienso, soy”.

René Descartes - Parte I

Apenas um pequeno texto sobre as duas primeiras partes do Discurso do Método. Em forma parcial de anotações de estudo.

René Descartes – ensayo de estudios acerca del “Discurso del Método”

El primer presupuesto, aunque después es clarificado, del Discurso del Método es que todas las personas tienen un buen sentido y una buena razón y no hay limitaciones naturales individuales. El error y la diversidad de opiniones no provén de diferentes naturalezas humanas, pero si de diferentes caminos que las personas toman en sus razonamientos. Tenemos, así, que hallar un camino correcto para la verdad, una dirección adecuada para nuestro pensamiento, y esta guía es el Método. La filosofía es una actividad muy carente de método, donde todas las opiniones están aún en disputa, o que indica que ella no esta cerca de la verdad, pues lo que es dudoso no siguió el método (una vez que ello no permite la duda) y si se encontró la verdad en alguna filosofía, no sabemos e ni podemos saber sin el método, pues ocurrió accidentalmente.

El Discurso del Método es la busca por un camino seguro para el desarrollo de las ciencias y de la filosofía. Es condición necesaria para que de facto exista filosofía; solamente después del desarrollo de un método que nos permita ascender a la verdad es que podemos hacer metafísica y descubrir los principios para las demás ciencias. Según Descartes, nadie antes de él se propuso a estudiar la cuestión del método con tanto rigor, y la crítica que hace a Aristóteles es por la multiplicidad de reglas del “método” de sus estudios y la excesiva generalidad de ellos. La evidencia más fuerte de que la filosofía no se aproxima de la verdad es que todos los temas tratados por los filósofos aún están en discusión, y cada uno parece tener su verdad, lo que es absurdo.

“Nada diré de la filosofía sino que al ver que ha sido cultivada por los más excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos, y, sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa, y, por consiguiente, dudoso, no tenía yo la presunción de esperar acertar mejor que los demás; y considerando cuán diversas pueden ser las opiniones tocantes a una misma materia, sostenidas todas por gentes doctas, aun cuando no puede ser verdadera más que una sola, reputaba casi por falso todo lo que no fuera más que verosímil” 33.

El texto es un discurso, y no un tratado, pues Descartes no intenciona dar instrucciones del uso del método, pero si hablar sobre el método y sus reglas generales.

“Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí sólo” 37.

Así, en la segunda parte del Discurso, hay una reflexión acerca de las opiniones que le han sido pasadas por diferentes maestros al largo de su vida de estudios y sobre como son variadas tales opiniones. Sabiendo que cuando todavía no era un adulto capaz de utilizar planamente su razón, se da cuenta de que las opiniones de los maestros han sido enseñadas, pero que no fueran, de facto, aclaradas y verificadas por su propio pensamiento. Se hace necesario un proceso de purificación de las ideas, un deshacerse de todo que no fue introducido por su razón, para, ahora sí, buscar el verdadero método.

La reflexión acerca de las ciencias que a él fueran enseñadas iniciase con la lógica. Según él, esa es una ciencia infructífera, una vez que las instrucciones que da sirven más para explicar cosas ya sabidas o para hablar sin juicio de las ignoradas. Es una ciencia puramente formal, destacada de cualquier conocimiento sobre un tema; se trata de una ciencia de validez, no de verdad, una vez que las premisas de cualquier razonamiento lógico sobre un tema no salen de la propia lógica, mas sí de otro lugar, de otra ciencia, y las premisas son las que importan para la verdad. La lógica no pregunta por el contenido, sólo por la forma. Por lo tanto, la lógica tal como es (silogismo aristotélico), no puede ser el método.

Continuando sobre las ciencias dichas del entendimiento, después de la lógica, piensa en la matemática, es decir, en la geometría de los antiguos y el álgebra de los modernos. Las dos parecen referirse a temas muy abstractos de ningún uso y nos están debidamente organizadas sistemáticamente. El análisis geométrico, según Descartes, depende mucho de la imaginación para considerar las figuras, y el álgebra de su época era una arte oscura y confusa, púes no había una notación común y tampoco reglas claras. Con la matemática (álgebra y geometría), lo que pasa es que en aquellos tiempos no había generalidad, justo pues eran tratadas como disciplinas separadas, cada una con su propio método. En la búsqueda por una matemática más general, el filosofo crea la geometría analítica, con una notación adecuada para tratar del álgebra y con ella algebrizar las formas, que antes eran, en mayor parte, temas de la imaginación, que es una facultad más limitada.

“Por todo los cual pensé que habría que buscar algún otro método que juntase las ventajas de esos tres, excluyendo sus defectos”. 39.

Resumen:

- Lógica

Ventaja: generalidad, pues es formal.

Desventaja: no descubre cosas nuevas y tiene demasiadas reglas (silogismos).

- Geometría

Ventaja: parte de pocas y plausibles razones. Descubre cosas novas.

Desventaja: se basa demasiado en la muy limitada facultad de imaginar.

- Álgebra

Ventaja: permite una abstracción y una conceptualizacción de las formas de la geometría. Trata las formas solo con el entendimiento, una vez que hay geometría analítica.

Desventaja: la no existencia de una notación adecuada. Confusa y oscura.

Finalmente, las reglas del método:

1- “No admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mi espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerse en duda”.

2- “Dividir cada una de las dificultades que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución”.

3- “Conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente”.

4- “Hacer en todos unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada”.

La primera regla es como un criterio de verdad. Solamente tomar como verdadero aquel que se me presenta tan clara y distintamente que no sea posible haber duda cuanto a eso. Las tres reglas siguientes son como que el camino para el conocimiento verdadero, o sea, claro y distinto (sobre la clareza y distinción hay algunos tópicos en “Los Principios de la Filosofía” que serán comentados en breve, acá). Pero esta regla es también el paso axiomático del método cartesiano, es decir, los axiomas de donde podemos sacar verdades subsecuentes tienen que ser tales que no exista cualquiera posibilidad de duda y solo así se pude descubrir otras verdades. Pero el orden de las reglas, en verdad, cuando de la aplicación del método, no parece ser esa; un cambio de la regla uno con la cuarta nos permite entender mejor el método. Si tomamos a regla primera como sendo, de facto, la primera a aplicarse, tendríamos algo muy parecido con el simples método de la geometría, cuando en verdad el método de Descartes no se compone solo de un análisis, pero también de una síntesis.

Veamos. La primera regla sería la de revisar, que es lo que hace él cuando pone en duda todo que antes le habían enseñado. Aquí lo que pasa es que el propio proceso de poner en duda todo aquello del pasado se basa justamente en la regla del criterio de verdad, de modo que esta regla es, al mismo tiempo, parte primera y parte ultima, como se verá. Así como, de cierto modo, la regla de la revisión será la primera, pero también la ultima. Después el método exige la división, o sea, el tratamiento de los problemas por sus partes para que se pueda cumplir la tercera regla, de ir avanzando de las partes simples a las complexas. Pero, ¿de donde salen esas dos reglas?

Ellas vienen del suceso obtenido por el propio Descartes en sus estudios matemáticos, donde aplicó el método axiomático tradicional de la geometría, empezando de las cosas más simples e más fácilmente conocidas y consiguió obtener verdades matemáticas.

Tenemos, entonces, un método analítico-sintético, o sea, de una ascensión al conocimiento que empieza de suposiciones, que son decompuestas, hasta que se logre algunos axiomas. Una vez que de la falsedad, todo se sigue, y las suposiciones iniciales pueden ser falsas, se hace necesaria la parte sintética, para recomponer aquello que fue decompuesto, ahora partiendo de los axiomas alcanzados. En las meditaciones el objeto de estudio es el conocimiento. Empieza la, así dicho, aplicación del método, por la análisis de las diferentes partes de conocimiento (sensibilidad, entendimiento, imaginación). Hace con que todo lo que se toma por verdad comúnmente tenga que pasar por el criterio de verdad, que ahora es la evidencia (claridad y distinción), y no mas, por ejemplo, correspondencia, lógica o algún criterio pragmático, hasta que no quede nada más, sino aquello que no puede ser puesto en duda. Se queda el cogito, el primer axioma, y entonces se hace necesaria la reconstrucción, o mejor, la síntesis.

domingo, 27 de abril de 2008

Que foto

Foto tirada por Vanessa - Local: Faculdade de Direito

sábado, 26 de abril de 2008

Avenida Antártida Argentina, 1355, Buenos Aires, DF.

Nesta singela direção que, como todo endereço, poderia conter qualquer elemento de um vasto conjunto de coisas endereçáveis - uma padaria, uma oficina, uma casa - se localiza a porta da Argentina. É lá que a existência das pessoas é confirmada e carimbada.

Quando se atravessa uma fronteira nacional ocorre um estranho fenômeno: se passa para um lugar onde sua existência não é mais tão segura como era antes, e é preciso que ela seja novamente confirmada, por um carimbo diferente daquele que se tinha, atestando sua existência do outro lado da linha. Algumas vezes as nações se agrupam e fazem acordos que aumentam a extensão da propriedade de existir burocraticamente, de modo que o atravessar das linhas já não é tão turbulento.

Pois neste endereço se devolve a existência burocrática aos passantes, temporários ou permanentes (ainda que passantes) da Argentina. Talvez "devolver" seja um termo muito forte, fiquemos com o "confirmar", que havia utilizado antes. Se confirma.
Numa quarta-feira, 23 de abril, cheguei neste endereço por volta das dez e meia da quente manhã. Peguei a senha 431, e fui para o setor "Radicaciones - Mercosur". Fiquei lá ao menos quarenta minutos até conseguir descobrir o número estavam chamando. Chamavam, pelo que me recordo, o número 123.

Ficaria por lá ao menos mais seis horas, tempo mais que suficiente para fazer algumas observações sobre tão pitoresco ambiente, intercaladas com aqueles pensamentos típicos de quando se está numa fila e o frequente ato de retirar o papel da senha, que se gurda no bolso não interno, para olhar pela milésima vez qual é o número nele inscrito. Parece que tal atitude pressupõe alguma propriedade milagrosa dos bolsos, que, ao alojar dentro de si um papel de senha, poderia mudar (cambiar, ia eu escrever sob influência castellana) tal numero.

As pessoas, os rostos. Naquela sala apinhada de gente, a expressão geral parecia ser um misto de esperança e tristeza. Talvez, na maioria, aquela esperança bastante contida, receosa, desconfiada, típica de uma vida de sofrimento. Para cada rosto, imaginava eu uma história. Certamente são todas muito diferentes, mas é fácil imaginar os pontos em comum da vida daqueles imigrantes, bolivianos e peruanos em sua maioria.

O rosto sofrido e as mãos calejadas denunciam uma vida de trabalho duro, provavelmente em condições sofríveis, em algum recanto esquecido da América Latina, ou alguma das metrópolis caóticas e desiguais. Os rostos, denunciando não só a esperança desconfiada, mostram também uma humildade-quase-medo, ou um medo mesmo, diante das mesas da burocracia argentina. Uma sensação de pequenez diante de um funcionário que vai ou não confirmar a existência das pessoas e permitir, finalmente, que trabalhem em busca de uma vida melhor. A dependência causa a submissão, o imigrante se encolhe, acoado pela burocracia.
É o medo do não-existir para os demais, para os que te autorizam. Ouvi uma funcinária dizer à um chinês (também há muitos imigrantes chineses aqui): "você não tem documento, como vou saber que você é você?".

A maioria eram famílias inteiras, com crianças. Para as crianças pequenas, os niños e niñas, aquilo tudo era uma diversão. Não sabem direito o que se passa e há outras crianças para brincar. Certamente cansam com tanta espera e eventualmente se aborrecem, mas a maioria estava correndo por lá, ou conversando animadamente, na medida em que crianças pequenas e bebês conversam entre eles. O sorriso inocente, daqueles que não conhecem o mundo, pareciam ter um efeito sobre seus pais, e sobre eu mesmo, observando tudo aquilo. A expressão pálida, endurecida e preenchida pela esperança desconfiada, no rosto de um pai ou mãe, adquiria os traços, agora, de uma inocência tímida, que ainda resta no fundo do coração de um pai ou mãe sensibilizado pelo filho ou filha.

Uma figura em particular me chamou muito atenção. Não sei ao certo sua nacionalidade, imagino que era boliviano ou peruano. Fora as pessoas destes países havia muitos chineses, (no setor extra-mercosul), uma comunidade mórmon, e, no meio de tudo aquilo, um solitário judeu, com seu chapéu, sobretudo e barba, distoando na paisagem.
Enfim, a figura estava bem vestida, embora de maneira simples. Camisa azul esverdeada, calça cinza. As botas de trabalhador confirmavam o que se via nas mãos e no rosto, muito judiado pelo sol e pelos dramas da população humilde trabalhadora. A expressão era de tranquilidade e a humildade que tinha diante dos burocratas não parecia se converter em medo. Mantinha um sorriso, não sei se de uma esperança ainda ou já não desconfiada ou se para ele as coisas já estavam se encaminhado bem. As costas arqueadas, o cabelo branco, as rugas e o andar lento denunciavam uma idade avançada, não só pelo tempo, mas também, e talvez principalmente, pela labuta. Ao mesmo tempo me pareceu uma pessoas com educação, mas não sei porque pensei isso, talvez por não demonstrar medo diante da burocracia.

É um bom contato com a realidade latino americana, que muitas vezes passa distante de um estudante de classe média. E ver que para esses imigrantes, países como Brasil, Argentina e Chile oferece condições melhores que as dos seus países clarifica ainda mais as mazelas da América Latina.
Apenas impressões de seis horas de espera.



sexta-feira, 25 de abril de 2008

The City

Confesso estar tomado por uma preguiça de colocar as coisas em palavras, então apenas jogo aqui um pequeno ensaio fotográfico. É a parte moderna de Buenos Aires, chamada The City, ou La City.
Nada demais, apenas o resultado de uma caminhada despretensiosa.








Uma importante esquina



quarta-feira, 23 de abril de 2008

Palabras

Que é mais cruel, as palavras ou a ausência delas?

Mudando de assunto...

O que faço agora: espero numa fila de 200 pessoas na Dirección de Migraciones. Minha senha é precisamente a 431. Quando saí de lá estava na 201 e havia passado vinte e tres pessoas em uma hora de espera. Há ainda tempo para formular um tratado metafísico.

domingo, 20 de abril de 2008

Los coches

Avenida Corrientes, 19/04/2008


[...]O automóvel é o substituto técnico do sujeito transcendental activo por princípio. (...)Por isso, o automóvel é o que há de mais sagrado na Modernidade, é o centro cultural da religião universal cinética, é o sacramento rolante que nos proporciona a participação naquilo que é mais rápido do que nós próprios. Quem guia um automóvel aproxima-se do numinoso, sente
como o seu pequeno Eu se engrandece até se tornar um sujeito superior, que nos dá como habitat todo o universo das vias rápidas e nos torna conscientes de que estamos destinados a algo mais do que uma vida semianimal como peões[...]
[...]de futuro, teremos de aprender com o suor do nosso rosto o arranca e pára pós-moderno...os grandes engarrafamentos estivais nas auto-estradas da Europa Central são fenómenos com valor de referência em termos de filosofia da história, até mesmo com significado no plano da história das religiões...eles são a Sexta-feira Santa cinética, em que se extingue a esperança na redenção pela aceleração[...]

Peter Sloterdijk